Intento educar a mi hijo, de tres años, lo mejor que se y puedo, enseñándole los valores que en su día yo recibí. Tiene mucho carácter, la verdad, y muchas veces no puedo con él. Mi duda es si estas emociones y comportamientos pueden educarse desde tan pequeños para que el día de mañana sea un hombre de bien.
Cuantas veces habremos escuchado eso de: “Tiene un temperamento muy fuerte” o “No hay quién lo domine”. Es cierto que nacemos con unas emociones básicas, innatas, de respuesta a estímulos de manera inconsciente. Pero cada vez más, se establece como prioridad la necesidad de enseñar a reconocer y a gestionar, que no reprimir, estas emociones de ira, miedo, tristeza… Algo que comúnmente llamamos “inteligencia emocional”. Adquirir una buena inteligencia emocional pasa por desarrollar habilidades sociales. Lo cual es así porque vivimos en sociedad.
A lo largo de nuestras vidas perteneceremos a distintos grupos, en los que no bastará solo con “mirarnos el ombligo” si no de saber reconocer también lo que conmueve o perturba al que tenemos al lado. Adquirir todas estas habilidades sociales y emocionales es algo que hay que empezar a hacer desde la más temprana infancia.
La manera ideal de prevenir futuros actos de violencia o de desarrollar conductas altruistas pasa por el aprendizaje temprano social y emocional. Esto es algo que debemos de ponerlo en práctica desde el principio en cada uno de nuestros hogares y en las aulas que como profesionales de la educación contribuimos a crear el futuro de los más pequeños.
Por otro lado, también hay talleres lúdicos para los niños cuyo principal objetivo es el desarrollo de la inteligencia emocional, como los que desarrollamos en Elea.
Zaida Moreno
Psicóloga General Sanitaria
ELEA, Instituto Psicoeducativo
Consultorio Revista Zitus