Tengo un hijo de 10 años. Su rendimiento académico es muy bueno y en el colegio no da ningún problema, todo lo contrario. Pero en casa es materialmente imposible que obedezca a la primera nunca y siempre está intentando engañarme. Me da pena porque es un niño muy bueno pero yo no puedo estar siempre con ese estrés al ver que no me hace ni caso. ¿Qué puedo hacer?
Suele ocurrir que los niños, como los adultos, se comportan de manera diferente en entornos diferentes. El entorno nos propicia unos límites y unos etilos de relación diferentes. Es muy posible que si el comportamiento del niño es diferente en casa que en el colegio es porque tanto a nivel relacional como estructural haya diferencias que favorecen un comportamiento diferente aquí y allí.
En la relación con los infantes es de gran importancia manejar con equilibrio dos factores, la relación y la norma. En el nivel relacional tienen mucha relevancia las emociones, el estrés facilita que perdamos los nervios, que nos mostremos alterables, permisivos, excesivamente rígidos… pero sobre todo carentes de control. El control de las emociones favorece que los niños entiendan que es el adulto quien controla la situación, y se le presenta como un referente de confianza. La calidez en la comunicación nos presentara como más afectuosos y comprensivos.
Pero no solo vale ser cálido comprensivo y cariñoso, también se necesitan unas normas que limiten y protejan a un niño que aún no es responsable de si mismo. Resulta conveniente que las normas sean coherentes y permitan al niño mostrar su capacidad para responsabilizarse de si mismo y demostrar que es capaz de superar los límites que la norma le impone. Es decir, las normas tienen que ajustarse al nivel de madurez del niño y deben de modularse a medida que el niño se va haciendo más capaz de autogobernarse.
David Segovia
Psicólogo General Sanitario.
Coordinador de Psicoterapia Infanto-juvenil.
Elea, Instituto Psicoeducativo
Consultorio Revista Zitus