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Mi hijo de 16 años lleva dos años que está insoportable


Está conteston, no hace caso a lo que se le dice, no respeta las reglas de casa, sus notas van cada vez peor, a pesar de sus capacidades. En casa todos discutimos y nos está afectando a las relaciones familiares: mi marido y yo nos enfadamos continuamente; mi hijo pequeño está triste y llora frecuentemente… ¿Qué debemos hacer? (Isabel)

Isabel, su hijo está en plena adolescencia, es un tránsito difícil pero muy importante para madurar como persona, que nos lleva la creación de un adulto desde los mimbres de la niñez. El  adolescente quiere ser el arquitecto de su vida y prefiere tomar como modelo a sus compañeros, pues le preocupa más el poder superar contingencias comunes, que valorar lo que los padres le trasmiten. En general, lleva muy mal que le digan lo que tiene que hacer porque supone que sabe lo que quiere, y los padres siguen dirigiendo a sus hijos adolescentes, con la certeza que les da la experiencia acerca de la madurez, sin ayudarles a convertir sus errores en los trampolines de su aprendizaje.
Esta situación puede convertirse en una batalla en la que impera la confrontación y la hostilidad en la familia. Es fácil buscar culpables, pero no es la solución. Cuando no hay unos criterios educativos comunes entre los padres, las dificultades favorecen el desacuerdo complicando la actuación cooperativa y esto repercute en los hijos.
Entendido esto, lo primero que hay que hacer es comprender los motivos y emociones que se esconden detrás de cada desobediencia o respuesta inadecuada. Hay que instaurar una nueva forma de comunicación: la negociación. Negociar es considerar que su opinión es imprescindible para su crecimiento, es confiar en que, con ayuda, puede conseguir convertirse en un adulto responsable sin obligarle a serlo, dándole la oportunidad de ganarse sus libertades de una forma adulta, en lugar de hacerlo de una forma infantil.
Se pueden negociar responsabilidades y libertades, normas de convivencia, formas de comunicación, pero siempre considerando una cosa, el voto adulto vale más que el del adolescente, y éste debe aprovechar muy bien cada éxito que consiga en su negociación,  para que se le considere cada vez mas válido.
David Segovia Castelló
Psicoterapeuta de ELEA
Publicado en la revista Zitus (Noviembre 2010).

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