Si intentas comunicarte pero “no te entiende”, prueba a hacerlo de otra manera…
Es frecuente oír a padres, hijos, profesores, alumnos… expresiones como éstas: “No me entiendo con mi hijo, siempre acabamos peleando”, “Con mi padre no se puede hablar…, paso”, “ Este profesor siempre cree que tiene razón, no me escucha”, “ Este alumno es imposible, hablo con él, pero no sirve de nada”.
La realidad nos demuestra que una cosa es hablar (infinitas veces comprobamos que hemos hablado y que “el otro” no nos ha entendido), y otra, comunicarse.
Todos sabemos lo importante que es la comunicación para tener una buena relación. Igualmente, debemos saber, padres y profesores, que si pretendemos educar, debemos ser capaces de comunicar.
Para comunicarnos con otros es importante elegir el momento. No es buen momento cuando hay una situación de fricción. Se pondrán en juego todos nuestros mecanismos de defensa y harán que pensamientos y sentimientos, en efervescencia, no nos permitan tener una escucha receptiva. Un buen momento es aquel, sereno, para ambos interlocutores.
La comunicación empieza cuando se escucha al otro, pero debemos entender las palabras, los pensamientos, los sentimientos que subyacen. Para captar los sentimientos es bueno aparcar mi mundo, mis preocupaciones, mis miedos, mis estados de ánimo… todo mi ruido interior, que puede ser la causa de que concentremos toda nuestra atención en nosotros, perdiendo la capacidad de poder percibir lo que ocurre en nuestro alrededor y de ajustar nuestro discurso a la persona con la que nos queremos comunicar. No hablamos para nosotros mismo, sino para el otro. Así se transmite energía negativa. Si contagias energía positiva te escucharán mejor, trasmitirás optimismo y los demás se sentirán mejor contigo. Ser positivo es una cualidad innata en algunos, pero también es una actitud que podemos elegir. Ver el lado bueno de las cosas y pensar en positivo, tanto sobre los demás, como sobre lo que nos sucede, nos permitirá aportar grandes dosis de energía a la relación. Frecuentemente las palabras no son lo fundamental en una buena comunicación. Mostrar al otro que se le entiende aunque no se comparta su aportación, es el primer paso para una buena comunicación.
Si quieres que tu interlocutor te entienda has de hablar “su idioma”, procura adecuar el mensaje a su nivel, a sus necesidades y expectativas, a su estado de ánimo. Crear un clima de confianza para que el otro se exprese con libertad, hará que tú también te sientas mucho más cómodo. Evita criticar, amenazar, ridiculizar. El respeto mutuo es fundamental en la comunicación, a pesar de que pueda haber grandes desacuerdos. Estimula la independencia, respeta la intimidad. El otro sólo está dispuesto a recibir si no se siente amenazado, si no estará a la defensiva, y en el mejor de los casos, habrá una discusión dialéctica, pero no comunicación.
Organiza con calma lo que quieres decir, a veces se amontonan las ideas en la cabeza y no se sabe ni por dónde empezar. Organiza con calma lo que quieres decir, escríbelo previamente, si es preciso, y date el tiempo que necesites. Sé trasparente, natural, emplea un vocabulario positivo, sencillo, sin artificios. Mantén una actitud asertiva con el otro. La asertividad es el arte de la autoafirmación. Exprésate de manera consciente, clara, firme y equilibrada, respetando, al mismo tiempo, el punto de vista de la otra persona. Apóyate en el lenguaje no verbal, aprende a utilizar todo tu cuerpo. La postura, los gestos, la voz, la sonrisa, la mirada o los silencios comunican, en ocasiones, mucho más que las palabras.
No es preciso vencer, ni siquiera convencer. Muchas veces un intercambio sincero de opinión lleva a una reflexión suficiente para que cale en el otro lo que tenga que calar en ese momento. Confía en él y no esperes cambios inmediatos. Todo llegará.
Carmen Castelló Tardajos,
Pedagoga
Directora de ELEA, Instituto Psicoedicativo
Publicado en la Revista Digital ActualEdu