Hemos vuelto ya de las vacaciones y no paro de oir hablar sobre el “sindrome postvacacional”. ¿Que es eso? ¿Cómo sabes si lo sufres?
Aunque no hay un total acuerdo de que científicamente se pueda hablar de un síndrome, llamamos síndrome postvacacional al malestar psicológico que algunas personas experimenta varios días antes de terminar las vacaciones y días después de la incorporación al trabajo. Incorporarnos al trabajo, además de la carga vital que conlleva el tener obligaciones, significa un cambio en el estilo de vida mas relajado de las vacaciones: horarios, descanso, comidas y ocio. Debemos readaptarnos y toda readaptación hace que suframos de un cierto estrés.
Los síntomas que podemos experimentar pueden ser: de carácter depresivo, como desgana o pereza, pérdida de apetito, insomnio, sentir que es muy costoso levantarse, tristeza y pensamientos negativos; o de ansiedad: nerviosismo, desasosiego e irritabilidad, hasta cambios en la frecuencia cardiaca y respiratoria, ataque de pánico o dolores de cabeza y otras somatizaciones.
Sufrimos estrés porque significa reencontrase con actividades, relaciones y situaciones que, por diversos motivos, valoramos negativamente. El recuerdo de lo que está por venir funciona como una realidad virtual desencadenando los síntomas días antes de la vuelta al trabajo. Después los síntomas permanecerán, llegando, incluso, a intensificarse.
Salvo casos concretos, que son la excepción, el síndrome postvacacional, aunque molesto, no requiere de atención psiquiátrica y/o psicológica. No obstante, podemos seguir algunas pautas sencillas para procurarnos una readaptación más beneficiosa. Nos puede ayudar: regresar de las vacaciones unos días antes e ir introduciendo el ritmo de descanso y comidas que tendremos durante trabajo, tener un sueño reparador, desarrollar actitudes positivas y hacer algo de ejercicio físico. Cuando ya nos hayamos incorporado a trabajar, puede ayudar el desarrollar actitudes realistas respecto al trabajo, mantener actitudes amables con las personas con las que nos relacionemos e ir incrementando paulatinamente el ritmo de la actividad, de modo que no empecemos intensamente. También, tanto antes como ya incorporados, la práctica de relajación y de mindfulness nos pueden ser de gran ayuda.
Santiago Segovia
Psicologo General Sanitario
ELEA, Instituto Psicoeducativo